Por Marcos Rivera Uno de los datos más curiosos de la historia de la televisión salvadoreña es que el primer noticiero fue fundado en 1956 por Álvaro Menéndez Leal, quien entonces ocupaba el "Menén Desleal" sólo en sus libros. Como casi todo en nuestro país, el origen de la televisión fue duro, marcado por la carencia de recursos, la cual debió ser compensada con talento e inteligencia. Álvaro fue el indicado. El noticiero se llamaba "Teleperiódico" y fue transmitido a las 7 de la noche en el canal 6, el primero del país, fundado por don Boris Eserski. "Todo era en vivo", me dijeron con emoción y orgullo dos pioneros de estas lides, el escenógrafo Toño Mejía y el cineasta David Calderón. Y el noticiero de Álvaro era en vivo y bastante vivo para la época que le tocó vivir. Según relata Don David en su libro "De vista y oídas", Álvaro era un productor independiente que compraba el tiempo a la televisora de Eserski y buscaba sus propios anunciantes (la facturación mensual de "Teleperiódico" era de ¢ 75,000 y la del canal completo era de ¢ 33,000). Los comerciales eran fotografías, slides o cartones de los productos, los que eran mostrados durante la transmisión. Pero otros clientes preferían que se mostrara su producto en sí. "Alvaro consiguió el patrocinio de las motos Vespa y tuvimos que meter una moto al estudio y poner a alguien que la arrancara en vivo durante los cortes comerciales de Teleperiódico", recuerda don Toño. Pero Álvaro no solamente fue un tipo genial para este negocio, sino también irónico, creativo y crítico. Cada emisión la despedía con la frase: "Nos veremos mañana y, mientras tanto, cho gusto y cho cuidado". Así como está escrito, así lo decía al aire. La expresión llegó a ser tan popular entre los salvadoreños, que la repetían en sus conversaciones cotidianas al despedirse. El equipo de trabajo de "Teleperiódico" llegó a contar entre su personal con gente con mucho talento en ciernes, como Roque Dalton, Ítalo López Vallecillos, Roberto Armijo, Roy Archila y Guillermo Deleón, entre otros. Archila y Deleón eran los fotógrafos del noticiero. Deleón fundó en 1957 "Teleprensa de El Salvador" y Archila se destacó después como fotógrafo deportivo. Para decir quiénes eran Roque, Roberto e Ítalo sobran palabras y falta espacio. El carácter crítico y polémico de Álvaro le trajo dificultades con los regímenes militares, porque no solo informaba, sino que también analizaba la realidad y definía en cámara la posición editorial de su noticiero. Entonces, también fue el primero en hacer editoriales en televisión. Don Toño recuerda que en 1959 cuando cayó el régimen de Fulgencio Batista en Cuba vinieron al país muchos cubanos que huían del régimen de Fidel Castro. La generalidad de los periodistas de entonces le preguntaba a los exiliados sobre lo que Castro les había hecho, pero Álvaro les preguntó qué es lo que ellos habían hecho para que Castro se los hiciera. Era un hombre peligroso porque podía pensar y manejaba la palabra. Un dolor de cabeza para los militares gobernantes. Para curarse este malestar lo persiguieron, lo encarcelaron y, por último, lo exiliaron. No sé exactamente hasta cuándo llegó el "Teleperiódico" con Álvaro en vivo, pero creo que no pasó de 1960. Ahora pienso que se entendió la lección que le dieron, porque no hubo otro informativo como ese en por lo menos 25 años y también porque su nombre apenas figura en algunos escritos como el fundador de los noticieros de televisión en El Salvador. Quizás Álvaro hizo su trabajo leal a lo que creía y pensaba. Como buen patriota, odió la patria creativamente. Por eso trabajó con "cho gusto" y sin "cho cuidado". Ya es tiempo que le digamos "chaz gracias", así como lo diría otro grande de nuestras letras. |
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