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Alkimia

Revista Cultural Alkimia / Número 1 / El Salvador, Centro América / 2001

El significado de Álvaro Menen Desleal
en la dramaturgia salvadoreña

Por Matilde Elena López


La conmoción que hemos sufrido al conocer la enfermedad de Alvaro Menéndez Leal, va más allá de su valor en la dramaturgia centroamericana y latinoamericana, al sufrir en lo más íntimo el rayo que le ha alcanzado en plena vida de escritor, en la plenitud de su creatividad, cuando estaba destinado a darnos lo mejor de su talento.

Es cuando alcanza la gloria, que Edipo cae fulminado, precipitándose al abismo. Pero el hombre que nos dio Luz Negra innovando el teatro centroamericano en la vía de la mejor vanguardia, apenas se iniciaba en ese arte de madurez que dio a los griegos la gloriosa cima trágica.

La atención puesta en el teatro francés que lanzaba su reto provocativo, dio a Alvaro Menéndez Leal la base y el modelo de su teatro desafiante como una Luz Negra deslumbradora, La bicicleta la pie de la muralla y otras tantas obras excelentes.

Cuentista consumado en Cuentos Breves y Maravillosos, obra que le valió el Premio Nacional de Cultura, y en el drama histórico Un Cielo para el Reverendo, para citar algunas obras, Alvaro Menéndez Leal es también el sociólogo, el investigador, el acucioso ensayista, dueño de una cultura académica excelente como hijo merítisimo del Alma Mater.

Es también el amigo, el escritor que sabe reconocer el mérito al honor de quien lo merece, el hermano que abre los brazos leales y que entrega su corazón generoso en el momento preciso.

El invaluable escritor que abrió caminos nuevos a las letras salvadoreñas de todos los tiempos, y que está dispuesto a compartir sus hallazgos con los jóvenes escritores estudiosos que le visitan en busca de consejo y orientación.

Quiero que mis palabras se abran paso hacia donde se encuentra el doliente escritor que pasa por una atroz prueba de fuego, siguiendo el trágico destino de Claudia Lars, que siempre le amó y le defendió contra todos en la hora del chacal.

Confirmo mi amistad y cariño a quien una vez escribió: "A Matilde Elena López, de cuya amistad me honro". Y me siento cercana en su padecer indescriptible, con toda mi fuerza de vida para el doliente escritor enfermo. No está solo Alvaro Menéndez Leal, pasará toda prueba en la vida y en la muerte de manos de su hijo médico, de su Ceci y de sus amigos. Y como dijo Goethe: "Quien espere milagros, fortalezca su fe".

Hasta siempre, Alvaro.

2 de abril de 2000

 

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