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Alkimia

Revista Cultural Alkimia / Número 1 / El Salvador, Centro América / 2001

Apuntes sobre mi hermano
Álvaro Menen Desleal

Por Waldo Chávez Velasco


En Marzo de 1950,En Marzo de 1950, en un aula de la Escuela Normal España, nos reunimos por primera vez Irma Lanzas, Alvaro Menéndez Leal, Ítalo López Vallecillos, Orlando Fresedo, Eugenio Martínez Orantes, Ricardo Bogrand y yo. Aprobamos formar un Cenáculo de Iniciación Literaria y nos reuníamos todos los martes, a las 5 de la tarde. La razón de que fuera en la Escuela de Maestras, era Irma Lanzas, porque se trataba de un centro educativo feudal, donde las alumnas iban a su casa únicamente una vez al mes y el resto del tiempo no las dejaban ni siquiera asomarse a la puerta.

 

¿Qué hacíamos? Leer en voz alta versos nuestros, criticarlos o alabarlos, según su autor fuera simpático o no; hacer resúmenes de libros de poesía o de otras obras literarias. Álvaro, en principio, no nos caía muy bien. Llegaba siempre con su traje de cadete. Él estudiaba en la Escuela Militar. Pero a medida lo que conocimos se desvanecieron nuestros celos. Primero, con Fresedo e Ítalo fuimos a visitarlo un domingo a Santa Ana, descubrimos que pertenecía a una familia muy humilde y que, de civil, tenía tres camisas de manga corta y un pantalón. Segundo, por un poema que publicó; en La Prensa Gráfica, dedicado a su Antípoda, los militares, en el mapa mundi se percataron de que abajo de El Salvador quedaba China y por eso expulsaron a Alvaro de la Escuela. Eran los tiempos de la Guerra Fría, pero por esa tontería y un verso regular, los militares se perdieron de tener en su gremio a quien sería uno de los intelectuales más importantes de El Salvador y la Literatura. En segundo lugar, con la excepción de Fresedo, todos salimos del país: Martínez Orantes y Bogrand se fueron a México, Menéndez Leal, Ítalo, y yo, después de estar exiliados un tiempo, nos mandaron a Europa, a Irma también. Ítalo a España, Irma y yo a Bolonia, a estudiar a la Universidad más antigua del mundo. Álvaro, divorciado después de tener tres hijos, se fue a Alemania detrás de Helga, una alemana con la que tuvo 3 hijos. Fresedo se quedó; en el cementerio, porque se murió; muy joven.

Como a los 3 años, Álvaro propuso matrimonio a Helga, después de tanto tiempo de vivir juntos y de procrear 3 muchachos. Helga lo rechazó. Desolado,Álvaro partió a París, para que los museos y el vino de la gran ciudad le ayudaran a olvidar. Con el escritor Mario Hernández Aguirre, mayor que nosotros, varias veces estuvimos con Álvaro en París. Como siempre terminaba llorando, después de la tercera copa de Beaujolais, le aconsejamos que se marchara a Argelia. Mario y yo pensábamos en la Legión Extranjera. Álvaro, si bien siguió nuestro consejo, consiguió dar clases, en español, en la Universidad de Argel y enamorarse de una inglesa. Con la experiencia de Helga mejor se casó con ella después de la primera experiencia de amor y un tiempo después se vinieron a nuestro país (El Salvador). En Argelia, por cierto, según me contó la ex comandante Ana Guadalupe Martínez, se representó Luz Negra, en idioma árabe. Con la inglesa se divorciaron. Álvaro se regresó a El Salvador, donde volvió a contraer matrimonio y tuvo una hija. Aterrorizado por la situación medioeval de las mujeres de Argelia (sus trajes largos y velos en la cara) durante todo el tiempo que se mantuvo este matrimonio, Álvaro tuvo a la niña completamente desnuda, en la casa y cuando salía con ella. Yo vi varias fotografías y la pequeña era bellísima.

Se divorció, marchó a Europa y después regresó a E1 Salvador, donde trabajó en el Ministerio de Relaciones Exteriores, y desempeñó cargos de Agregado Cultural en Guatemala y México, durante el gobierno del Ing. Duarte. Después, regreso definitivamente a El Salvador y se fue a vivir a Los Planes de Renderos, donde construyó una casa de madera, que lo albergara a él y a su inmensa y valiosa biblioteca de más de 25 mil volúmenes.

Hace unas semanas se supo que estaba enfermo de cáncer. E1 lunes 27 de Marzo, hace pocos días, contrajo su quinto matrimonio con Cecilia Pereira, su compañera de los últimos 6 años. El Escultor Enrique Salaverría y yo fuimos los testigos de la boda.

Desde 1950, estuvimos prácticamente solos en la literatura nacional, hasta que en 1958 surgieron valiosos jóvenes, de mucho talento, como Manlio Argueta, Roque Dalton y Roberto Armijo, entre otros. Roque trabajaba en el noticiero de televisión que dirigía y producía Álvaro. A Manlio y a Roberto los tenía trabajando Ítalo, en la editorial de la Universidad de El Salvador. Yo los conocí en 1960, cuando vine unos meses al país. Luego me regresé a Europa.

Con mi generación desarrollamos un afecto mutuo que sobrepasaba la hermandad. Por carta nos manteníamos en contacto desde cualquier país del mundo e intercambiabamos primero versos y en seguida nuestros libros. ¿Cómo era Álvaro? Un escritor extraordinario, como cuentista y dramaturgo. Se defendía del ambiente con sarcasmo, pero era extremadamente bondadoso.

Escribo estas líneas después de que me han informado que Álvaro Menéndez Leal está a punto de morir. Confieso que en los 50 años de haber conocido a él y a nuestros otros compañeros de generación, exceptuando el momento de la muerte de Ítalo, nunca me había sentido tan triste y he comprendido que el dicho de que los hombres no deben llorar, es una solemne estupidez.

San Salvador, abril de 2000.
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